El 80% de la gente que ha visto las fotos de Tomás dice que es igual que el padre. El otro 20% no lo dice simplemente porque son mis amigos y no me quieren romper el corazon.
Cuando Tomás nacio yo veía mucho de mi en su carita. Pero mientras mas me señalan el parecido con el padre mas me convenzo de que tienen razón.
Tomás tiene los ojos de la familia de su papá, medios achinados y con las comisuras hacia abajo, como con un dejo de melancolia permanente. Pero son ojos grandes y cuando los abre sorprendido me desarma.
En el entrecejo tiene esas dos arrugitas que se le hacen al padre cuando frunce el ceño. Las cejas son mitad oscuras, mitad blancas. Muy Charly Garcia, igual que el padre. La forma de la cabeza y de la cara, los cachetes tamaño baño, del padre. Las manos y los pies, grandotes y cuadrados, del padre. La manera de despertarse sin querer despertarse, estirandose infinitamente pero acurrucándose como una bolita al instante, con su mejor cara de “no quiero, no quiero, no quiero despertarme!”, igualito al padre. Tomás se queda horas acostado al lado de la ventana, mirando como la luz se refleja en el vidrio y cambia de forma. Es un adelanto de como –igual que el padre- mirara la TV embobado por horas. Cuando duermen son dos gotas de agua, una rubia, la otra morena.
Supongo que cuando Tomás me mira enamorado tambien se parece un poco al padre. Y ahí me olvido de la bronca que me da que se parezca tanto a el y tan poco a mi.
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