La oficina

Los dias de aburrirme en el trabajo se terminaron. Ya no me quiero tirar de cabeza por la ventana ni agarrar mi bolso y hacer 2 horas en 10 minutos para abrazar a Tomás. Ahora los dias no me alcanzan para hacer todo lo que hay que hacer. Le agarré la mano al proyecto (siempre tienen esa cosa de falta de direccion los proyectos nuevos), hasta diria que me dan ganas de venir a laburar, mirá. En el fondo me gustaria que Tomás viniese conmigo (en otro vagón, para leer el dairio pero conmigo), y poder ir a visitarlo al mediodia o ahora, por ejemplo, que neceisto un break de esta máquina.

Hoy nos mudamos a una oficina nueva, una oficina ecológica, muy verde, adonde no hay pava para calendar el agua sino una canilla que calienta apenas la cantidad necesaria para tu propia tacita individual. Estoy chocha. Hay luz natural a montones, mucho espacio, plantas, y nada de papel. No nos dejan tener papel. It’s the paperless office. Tambien hay, como no podia ser de otra manera, un 70% de gente que anda con la cara por el piso porque no le gusta tener que guardar sus bártulos al final de la jornada, es que tambien hacemos hot desking. Por mi parte, como soy una despelotada-junta-boludeces , no hay nada mejor que ser hija del rigor.


Update un dia despues: me acabo de comer un sanguchito riquisimo en un cafe que bien podria haber estado en el centro de Paris. Que placer me dan lugares como este! Lo malo de venir a laburar a la nueva oficina es el viaje en subte, odio el subte a la hora pico; lo bueno es que estoy en un barrio lleno de librerias, cafes, restoranes y teatros (la mayoria independientes, que prefiero). Y de paso, por que no decirlo, las cadenas de cafe norteamericanas inmundas que tenemos en este pais te servirán cafe en baldes de 5 litros y seran muy children friendly pero para tomar un cafecito de filtro (por dios, como cuesta conseguirlos) en una tacita minuscula mientras leo el diario, a los cafes independientes (y parisinos) no hay con que darles.