martes, 18 de agosto de 2009

La gente del subte

Ayer se fue mi Papá. Tomás y yo lo fuimos a acompañar al aeropuerto. Los vuelos a Argentina salen del aeropuerto que queda cruzando toda la ciudad, aproximadamente a 2 horas de viaje de mi casa. Los subtes conspiraron para dejarnos varados a mitad de camino. Eramos yo y un señor de 60 cansado y nervioso, 30 kilos de equipaje, un bebé de un año con una reserva limitada de buen humor, bolsita de juguetes, bolsita de comida, bolsita de pañales, bolsita de ropa y chango. Tuvimos que cambiar de subte a taxi, con el agregado de tener que encontrar un taxi con sillita de bebé en el medio de Londres.

Parece que ahora los minicabs están exentos de llevar sillita, pero a las madres todavia no nos exemptuaron y seguiremos siendo responsables si matamos al crio por llevarlo a upa y suelto. Finalmente conseguimos un auto muy moderno con booster seat y luego de patalear un poco Tomás se dejo poner el cinturón.

Canté y jugue los 90 minutos de viaje. El taxista me debe haber odiado. Mi Papá probablemente tambien, y no me sorprendería si Tomás compartiese su opinión. Deposité a mi padre en el aeropuerto no sin antes sobrepasar varios contratiempos con la aerolinea de turno. 5 horas despues de haber salido de casa emprendimos el regreso, el subte ya funcionaba. Mi reserva de buena onda y canciones se agotó a mitad de camino y Tomás, que estaba disfrutando mucho eso de caminar, gatear, trepar y chupar cosas por todo el vagón, se tuvo que resignar a hacer el resto del viaje en su chango. . De ahi en más lo entretuvieron los otros pasajeros.

Si no fuese por la gente que anoche, cansada y sudada se dedicó a jugar con mi hijo en un subte de Londres , creo que me hubiese bajado a mitad de camino y todavía estaria durmiendo en un hotel por ahi.

No hay comentarios: