Tomás se despertó con una puntualidad impresionante, me dio tiempo para desayunar, abrió los ojos para que le diera la teta y no paró de sonreir . Sudé como un cerdo camino a la niñera, es cuesta arrriba el asunto y llevaba laptop, cartera y bolso de los pañales. Pero llegué a horario a todos lados (con una pequeña ayuda del colectivo), agarré asiento en el tren y desembarqué en la oficna a las 9 menos 5. Nunca en la vida llegué a trabajar tan temprano.

El laburo como si nunca me hubiera ido, la inercia innata del sector público. Estuvo bueno volver a ver a mis compañeros, la verdad que extrañaba el chit-chat de las pequeñas boludeces cotidianas, y el tecito de las 3.30 y los chismes. El quilombo y la mugre que acumulamos abajo de los escritorios no lo extrañaba, pero ahi estaba esperandome. No tengo escritorio pero mi planta sobrevivio mi ausencia, lo cual no es poco.

A la mañana me mandaron a una reunión en el centro, lo cual consumio la mayor parte del dia. A los 20 minutos de empezada la cuestión ya me habia manducado un flapjack y estaba pensando en la comida para el cumple de Tomás. mi mayor preocupacion era no llegar a horario a ningun lado y morirme de hambre durante el dia, por suerte ninguna de las dos cosas sucedió.

Viaje de vuelta, mucho olor a chivo en el tren, ampolla en los dedos del pie, Tomás ni pelota cuando yo llegue. Yo esperaba la alegria y la fiesta que le hace al padre todos los dias. Igual estaba muy contento y muerto de risa, y aunque no me dejó pegotearlo como yo esperaba, fue un alivio encontrarlo tan acomodado a los nuevos arrangements.

Cenamos sin pelearnos (Tomás y yo) y siguió jugando como hasta las 10 de la noche. Yo estaba lista para meterme a la cama antes que él, con una sensacion de tarea cumplida y mucho mas feliz de lo que imaginaba. Ah y no necesité usar el saca leche en todo el dia, aunque quedé bastante decepcionada de que mi hijo no quiso tomar la teta como hasta las 10 de la noche.

Levantarnos esta mañana fue otra historia, cansaditos los dos.